jueves, 19 de septiembre de 2013

MEDIACIÓN INTERCULTURAL: FUNCIONES, TRABAJO Y CUALIDADES DEL MEDIADOR

El primer aspecto que debe ser remarcado es partir del concepto de “relación intercultural” para poder profundizar con posterioridad en las funciones y posibilidades del mediador a la hora de canalizar este tipo de  conflicto. Cabría decir que toda relación intercultural se establece o debe establecerse sobre la base de criterios de respeto a la diversidad y centrándose en el beneficio mutuo. La clave de la relación intercultural es la sinergia, es decir, la colaboración o trabajo en conjunto  para la consecución de fines diversos en la interacción social. La interacción social y, en mayor escala, la interacción entre culturas diversas y no homogéneas es causa del conflicto, el cual puede y debe resolverse con respeto hacia “el otro” y hacia la diversidad, con diálogo y la escucha mutua y activa, rasgos que posteriormente detallaré en las técnicas y estrategias necesarias para resolver el conflicto.

Otro aspecto importante que es necesario reseñar aquí es lo que podríamos denominar el “ámbito de la interculturalidad”. Me parece fundamental indicar que por interacción intercultural entendemos  no sólo aquella que se produce entre nacional y extranjero, sino también aquella que acontece entre hombres y mujeres de las culturas en conflicto, entre adultos y menores, entre individuos de diversa condición social, etc.

Estas ideas previas que sintetizo son, a mi juicio de gran calado, en el momento en el que se solicita la intervención de un mediador, al que se le ha añadido el calificativo de intercultural, ejercicio que, a día de hoy, aparece muy difuminado por la legislación y está poco reconocido. Las complejidades de la vida multicultural y las relaciones que mantiene foráneos y nativos obligará a precisar, dentro de mi criterio, la funcionalidad del mediador y, asimismo, me conducirá a detallar qué tipo de mediaciones pueden ser llevadas a cabo y qué estrategias y conocimientos serán de capital importancia para que el mediador pueda hallar vías de acuerdo.




FUNCIONES, TRABAJO Y CUALIDADES DEL MEDIADOR INTERCULTURAL

Me gustaría hacer en un primer lugar un análisis a fondo de cuál debería ser el trabajo del mediador intercultural y las características que deberían concurrir en su persona para que su función diera el éxito esperado.

Con objeto de que estas cualidades se observen de la manera más gráfica posible, voy a desarrollar una tabla en la que se describan tanto el modus operandi del mediador  intercultural, como la relación de la situación social en barrios o sectores de nuestras ciudades que se ven afectados por conflictos interculturales...

CUALIDADES DEL MEDIADOR INTERCULTURAL

 Conocer la realidad con la que trabaja para prever conflictos.

Conocimiento del contexto social, político y cultural donde se va a desarrollar concretamente la mediación

Como regla fundamental del mediador es que su trabajo debe encaminarse no sólo para el acuerdo sino más fundamentalmente para la prevención de nuevos conflictos futuros.

Otro aspecto a mi juicio esencial es que el mediador debe tener un conocimiento bastante amplio sobre las partes implicadas en el conflicto (véase vecinos autóctonos e inmigrantes).

Es muy importante que el mediador intercultural esté muy formado desde el punto de vista de la comunicación.


METODOLOGÍA

El principio metodológico fundamental a mi juicio debe ser sostener la neutralidad a toda costa, dado que el mediador nunca debe ser contemplado como un gestor de recursos y soluciones sino como una figura neutral que puede hacer de puente para canalizar esos recursos.

Debe estar encaminada a combatir el acento en la diferencia y también el mediador debe tratar de evitar la universalización a partir de lo propio.

 Desde mi punto de vista, el mediador se debe asesorar y realizar co-mediación.

 Metodológicamente debe trabajar con todos los grupos implicados.

 Mejorar y potenciar el conocimiento mutuo.

CONOCIMIENTO REALIDAD SOCIO-POLÍTICA

Muchas de nuestras ciudades se caracterizan por su distribución en barrios con estructuras sociales definidas. En los barrios obreros y en otros de clase media se han instalado comunidades de otros países buscando un sustento.

Los inmigrantes viven en una inestabilidad legislativa, ya que no encuentran facilidades para mantener su status legal.

Existe una convivencia difícil entre unos inmigrantes vulnerables y la comunidad autóctona.

No se deben romper puentes de unión, sino crearlos y fortalecerlos, procurando encontrar vías de entendimiento y sinergias. Creemos puntos en común. La convivencia es ambivalente crea situaciones conflictivas,  pero a la vez ayuda a ver perspectivas nuevas y cauces de entendimiento.

Dialogar para rechazar el enfrentamiento y buscar salidas.

En esencia, el mediador intercultural señalado para llevar un caso como el que nos ocupa deberá conocer en profundidad la cultura autóctona y el sentir y pensar de las culturas foráneas. Para ello, deberá informarse adecuadamente y hacer previamente un trabajo de campo, que le permita conocer en detalle los puntos de vista de los vecinos tradicionales y, al mismo tiempo, gobernar la información suficiente acerca de las comunidades latinas residentes y de otras culturas.

Debo hacer un gran énfasis en que este criterio no va a romper en absoluto la neutralidad e independencia que deben gobernar las acciones del mediador, pues no existe verdadera neutralidad sin conocimiento.

De igual forma y como es muy difícil, lento y laborioso manejar amplios niveles de información sobre culturas heterogéneas, a mi juicio éste sería uno de los casos que se prestaría para la co-mediación. Sería imprescindible que diversos profesionales pudieran hacer frente no sólo a la información, sino que aportaran también sus puntos de vista y su ejercicio profesional a la hora de canalizar los posibles encuentros entre las partes en conflicto y las entrevistas que pudieran ser realizados en todos los grupos sociales implicados.

Llegados a este punto, creo imprescindible la participación de un antropólogo social y/o de un sociólogo especializado en el conocimiento de conflictos en el mundo urbano para que, en colaboración con el mediador pudieran encauzar con habilidad el conflicto.

Hasta el momento presente, septiembre 2013, cuando redacto este texto, no existe ni una metodología ampliamente consensuada, ni protocolos del ejercicio del mediador intercultural.

 Me he puesto en contacto con dos de los grandes especialistas a nivel internacional sobre los conflictos interpersonales, intergrupales e interétnicos, como son Aldo Morrone y Dominique Dabate, quienes trabajan en Quebec y tienen una larga trayectoria en este tipo de conflictos y también en conflictos familiares.

Me informan de que existe en Washington D.C. una serie de investigadores que recopilan todo tipo de información de cómo se gestan los conflictos intergrupales y sociales con componente interétnico. Igualmente me señalan que se estudian culturas diversas (españoles, italianos, franceses, indues, pakistaníes, otros asiáticos y africanos), tratando de observar las dificultades, modo de pensar y actuar de estos grupos sociales y su relación con la cultura dominante autóctona americana.

Se constata en este trabajo la necesidad de que los mediadores se capaciten y se formen al máximo para saber llevar a cabo su labor profesional. Esta información les permitiría gestionar y regular el conflicto de una manera adecuada.

Queda igualmente reflejado en estos trabajos de investigación que las teorías liberales, funcionalistas y marxistas han tratado de minimizar este tipo de conflictos.

En pocas palabras, un grupo étnico o una etnia es una colectividad que se identifica a sí misma y que es identificada por los demás conforme a criterios étnicos, es decir, en función de ciertos elementos comunes tales como el idioma, la religión, la tribu, la nacionalidad o la raza, o una combinación de estos elementos, y que comparte un sentimiento común de identidad con otros miembros del grupo.

En esta afirmación se observa claramente el encaje con la definición antes mencionada de comunidad que se identifica y es identificada por los demás. Esta identificación va a conllevar que el mediador lleve a cabo por una parte estudios de carácter cualitativo, pero también de carácter cuantitativo y, en mi opinión, deba convertirse en una figura de control social que realice tareas de prevención para situaciones futuras, muy particularmente en la educación, con respecto a la diferencia.

A tal fin, el mediador deberá desarrollar un tipo muy especial de comunicación. Me parece esencial que el mediador esté dotado de unas capacidades nada desdeñables en el manejo de la comunicación. Los datos que nos aporta la investigación sociológica muestran habitualmente que amén del conflicto manifiesto, hay un conflicto latente que se ha ido consolidando con el paso del tiempo. En este tipo de conflictos suelen citarse una serie de provocaciones por las partes en conflicto, ya que es el lenguaje, incluso antes que la propia realidad, lo que describe la raíz del conflicto.

Ese tipo de conflicto larvado, con una evolución hacia un conflicto social grave va a requerir, como señalo, la imperiosa necesidad de un giro radical en la comunicación, que los mediadores deberán llevar a cabo.

Si a mí se me encargara este caso, uno de los elementos o de las técnicas que utilizaría sería lo que en la Teoría de la Comunicación Humana se conoce como “escucha reflectante, cuya finalidad es extraer el sentimiento oculto tras las palabras.

La intención fundamental del mediador es que se favorezca el contenido emocional oculto de todos los intercambios verbales con objeto de mejorar y potenciar la calidad de la comunicación.

De la misma forma que antes señale que no existe verdadera neutralidad, elemento fundamental caracterizador del mediador sin un profundo conocimiento de la situación social de las partes en conflicto, también quiero poner el énfasis en que para tener una capacidad de decisión que las partes deben tomar en su momento, es imprescindible alcanzar unos niveles aunque sean mínimos de comunicación. A mi entender la comunicación entre las partes falla porque quedan esos conflictos previos no resueltos y, para ello, es crucial esta técnica de la escucha reflectante.

Y además esta comunicación deberá ser controlada por parte del mediador o de los mediadores enraizándola en el tipo de conflicto que estamos tratando y que, a mi juicio, se debe a  cambios en la posición de un grupo étnico dentro del marco social más amplio.

Javier Puerta Velasco

Mediador-Experto en Resolución de Conflictos

Tel. Fax (91) 1308393

Móvil 610253067





viernes, 6 de septiembre de 2013

LA IRA:UNA EMOCIÓN RECUPERADA EN MEDIACIÓN


Probablemente uno de los retos más importantes y difíciles para el mediador sea tener la maestría y capacidad para manejar los brotes de ira en las sesiones de mediación.

Pese a que son ya muchos los estudios llevados a cabo acera de la ira y las personalidades propensas a las mismas, son todavía muy escasos aquellos que se refieren a cómo debe ser manejada la ira por un mediador avezado.
El caso es que, a nuestros despachos, acuden personalidades problemáticas poco accesibles a la negociación, a la aproximación y al entendimiento. Quienes bregamos en el mundo de la mediación familiar e intentamos transformar la discordia en acuerdos estables, percibimos día a día que ha aumentado notablemente el nivel de irascibilidad en la población en general y que los conflictos producidos por reacciones iracundas incontroladas son cada vez más cuantiosos
Debemos partir de la idea de que la "ira" no es una emoción cualquiera. .La complejidad de conceptualización de la ira estriba en su definición. Si acudimos al Roget's University Thesaurus y hacemos una búsqueda del término “anger” (ira, en inglés) nos daremos cuenta de que son múltiples los campos lingüísticos que abarca. Entre otros:
  •  Violencia
  •  Excitación
  •  Excitabilidad
  •  Ausencia de Excitabilidad
  •  Resentimiento
  •  Perdón
  •  Venganza
Encontraremos aproximadamente más de trescientas entradas, de las cuales muchas de ellas son frases hechas y referencia literarias.
La ira es un concepto polisémico, que ha ido evolucionando a lo largo de la historia, que reproduce un estado del ser en su totalidad y que ha sido abordado desde los orígenes de la raza humana desde diferentes campos de investigación y con valores contrapuestos.
Si nos atenemos a lo que dice de ella el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, vendría definida como:
ira.
(Del lat. ira).
1. f. Pasión del alma, que causa indignación y enojo.
2. f. Apetito o deseo de venganza.
3. f. Furia o violencia de los elementos.
4. f. pl. Repetición de actos de saña, encono o venganza.
descargar la ~ en alguien.
1. loc. verb. Desfogarla contra él.
~ de Dios.
1. loc. interj. U. para manifestar la extrañeza que causa algo, o la demasía de ello, especialmente cuando se teme que produzca sus malos efectos contra nosotros.
llenarse alguien de ~.
1. loc. verb. Enfadarse o irritarse mucho.
Sin embargo, esta definición no refleja las diferentes concomitancias de la ira, tal y como es entendida por los estudios científicos, sociales, jurídicos, antropológicos y literarios.No obstante, de esta definición podemos extraer diferentes aspectos. La ira se trata, por tanto, de una pasión que es la causa de la indignación y el enojo, que mueve a la venganza, que despierta la violencia y la agresividad, que es reiterativa en el tiempo y se aprecia en actos de saña, encono y venganza.
Por tanto, cabría decir que la ira es una respuesta emocional y fisiológica a otra emoción primaria que causa tanto dolor emocional y/o físico. Está fundamentalmente asociada a perturbaciones en el sistema límbico, que es el área cerebral más antigua y que está destinado a proveer protección y prepararnos para defendernos de situaciones potencialmente peligrosas.
La comunidad científica estima que la ira es una emoción natural y, por tanto, no debe ser ni ignorada, ni minimizada.Ira no es lo mismo que agresión y no debe ser contemplada como una excusa para la agresión.
A mediados del mes de junio de 2013, he acudido a un taller de mediación, impartido por el eminente mediador y abogado, Francisco Díez, acerca de las "Conversaciones Difíciles" y que se ha centrado en establecer un marco de acción  contra la perturbación que supone encontrarnos de cara con las personalidades poco o nada proclives a acuerdos favorables. D. Francisco Díez ha seguido el método Ury-Fisher de la Escuela de Harvard. He de  decir que su exposición ha sido brillante, pero permítaseme poner en duda que el Método de Harvard aporte primero un conocimiento profundo de lo que es la ira y,segundo, un enfoque verdaderamente práctico para manejar  la ira  en mediación. No puedo negar el esfuerzo de este método en abrirse a un campo como la mediación familiar, ni sus iniciativas, pero tampoco puedo esconder mis dudas sobre su eficacia en este aspecto..
Las causas sobre mis temores son varias:



           1.- Superficialidad del método: el método es útil, pero profundiza muy poco en la naturaleza humana. Está tan acostumbrado a aplicar estas estrategias en otros campos que hay un cierto resabio. La mediación familiar es tan especial, habla tanto de nosotros, de nuestra propia naturaleza de humanos que nos obliga remirarnos aún más y tratar de conocer de dónde provienen nuestras pasiones más ignotas y cómo superarlas para encarar nuestras relaciones con sosiego.



            2.- Da por hecho la viabilidad del método en todos los casos. Olvida la tremenda dificultad, cuando no imposibilidad manifiesta, que se va a encontrar el mediador cuando aparezca en su despacho un cliente con personalidad límite (borderline), otro con trastorno bipolar u otro afectado por el llamado Síndrome del Hombre Irritable (IMS). Esta circunstancia prueba la necesidad de la comediación, pues conocimientos aportados por diferentes profesionales con diferentes enfoques, añaden perspectivas creativas y mejores resultados que benefician a nuestros clientes
Y no es sólo el Método de Harvard el que muestra sus deficiencias. Igualmente, el psicoanálisis no ha dado grandes pasos  al respecto. Ya Lacan , entre 1959 y 60, en la octava clase del seminario titulado "La Ética del Psicoanálisis", se quejaba de forma amarga de lo poco que le había interesado la ira al psicoanálisis.

Es cierto que han sido y son muchas las investigaciones sobre esta emoción que causa tantos desastres sociales y personales y nos arrima al hastío. Y también es cierto, que nunca ha dejado de haber un interés científico-técnico sobre la ira y sus múltiples concomitantes, pero tras haber repasado en profundidad la historia de esta emoción me he dado cuenta de que ya los clásicos habían percibido con claridad gran parte de los rincones escondidos de esta emoción.

Ya en el siglo I antes de Cristo se conocía bastante bien, por poner un ejemplo, el “trastorno bipolar” o “síndrome maníaco depresivo”, como se le conoce técnicamente y cuáles eran sus trastornos aparejados, entre ellos, la ira en cualquiera de sus fases, tanto en la fase maníaca como en la depresiva, con diferentes alteraciones.

En los siglos IV y V antes de C. se habían escrito tratados enjundiosos o diálogos muy demostrativos de la naturaleza de esta emoción y habíamos quedado literalmente prendados no sólo de su belleza estilística, sino del reflejo científico, técnico, literario y humanista de sus descripciones.
Plutarco había escrito en el siglo II de nuestra era un tratado, que me parece magistral acerca del refrenamiento de la ira.

Desde entonces, si ha habido muchas investigaciones, más clínico-psicológico-psiquiátricas que otra cosa, pero investigaciones las ha habido.
No puedo negar que tras la aparición de la ley 5/2012 de Mediación en asuntos civiles y mercantiles, se ha recuperado el interés por lo que la ira significativa en nuestras vidas, pero creo que ese interés falta por ser pulido, organizado, desarrollado, pues el mediador no debe ser el Gary Cooper que quede sólo ante tamaño peligro.
No obstante, si esta recuperación del interés por la ira resulta ser tan sincera y mantenida en el tiempo como deseo, la saludo con enorme reverencia.
Pienso que el mediador, en un mundo cada vez más convulso y complejo, que cada vez cambia con mayor rapidez, debe afrontar retos extremos y éste es uno de ellos. Nos ha costado miles de años de evolución aprender a leer y escribir, pero nos está costado mucho más tiempo entender nuestras propias emociones y su alcance.
Confío en que seamos capaces entre todos de aprender cuantas técnicas sean posibles para efectuar la mediación con el mayor rigor y hacer que se eleve a arte nuestro trabajo, pero mucho antes que todo ello debemos poner todo nuestro empeño en tratar de entendernos sin destrozarnos y poder crear sin idealismos, un futuro de paz y no violencia.